lunes, 13 de octubre de 2008

El origen de la plaga

La imagen romántica del zombie clásico, ese ser que se levanta de su tumba o se abre paso a través de las puertas del infierno debe ser olvidada. Los zombies están entre nosotros, y no aparecen en blanco y negro, ni cuidadosamente vestidos, ni son invocados por nadie. Son personas que han contraído un virus. Inicialmente un virus, posteriromente ese virus les causará la muerte, y tras la muerte volverán a caminar.

Lo que se puede averiguar tras meses de conversaciones, algo de movimiento económico y un par de viajes, es que una de las batallas que libraron estadounidenses y soviéticos durante la llamada guerra fría fue la de averiguar el origen de esta infección. Fueron los rusos quienes ganaron la partida en esta ocasión a los americanos, pero ambos países investigaron durante la década de los ochenta con especímenes capturados y recién infectados. Se dice que, tanto estas naciones como Israel y China, por lo menos, continúan con estas prácticas. El científico Vladimir Voronin fue quien logró identificar la causa de la plaga como un virus.

Sus estudios fueron seguidos por los americanos tras la caída del muro, aunque se desconoce hasta que punto han compartido este descubrimiento con sus recién descubiertos y todavía recelosos amigos. En la actualidad estos estudios son llevados a cabo por los gobiernos de los citados países bajo un secretismo absoluto, dejéndolo siempre en manos de personal al servicio del ejército y del Estado en general.

Se sabe que el virus penetra en el cuerpo mediante la transmisión de fluídos. Esto implica principalmente la saliva y la sangre. Ciertamente, el acto del mordisco es el que se les vendrá a la cabeza a quienes hayan visto alguna película de serie B. De hecho, es la forma más habitual de contagio. Aún no se ha explicado en esta web, pero los zombies tienden a morder constantemente, por lo que se trata de la forma más básica de contafio de cuantas pueden existir. Sin embargo, en ningún caso será la única. Se conocen casos de personas que se han contagiado por una mera salpicadura desafortunada que alcanzó una herida expuesta o, simplemente, los ojos, penetrando en el sistema circulatorio a través de los lacrimales. En otras ocasiones, un simple arañazo de un muerto viviente con heridas en sus dedos han condenado a muerte a algún pobre desgraciado.

Y es que el contagio implica la muerte. Una persona contagiada es una persona muerta. La única forma de tratamiento que existe en la actualidad es relativamente eficaz pero muy poco segura: la amputación casi instantánea de la extremidad que haya recibido el contagio. Esto deberá hacerse dentro de los cinco minutos posteriores al contacto y sólo los casos más controlados han salido bien. Las causas del fracaso de las demás tentativas son dos: la excesiva espera, que permitió la propagación del virus (esta siempre ha terminado con algún resultado desastroso); y la muerte a causa del shock y la infección. No nos olvidemos de que, cuando se comienza a propagar un brote zombie, las condiciones de higiene y salud van haciéndose más precarias a cada hora que pasa. Es por esto por lo que podemos decir que, una mordedura significa la muerte.

Desde este punto es desde el que os doy mi primer consejo: si te muerden, acéptalo. Lo mejor que puedes hacer es desaparecer. Es probable que seas una amenaza biológica ambulante, un peligro potencial para tus amistades y tus conocidos. Mátate. No hay vuelta atrás, las cosas sólo pueden empeorar.

Se sabe que la transformación puede tardar un máximo de 24 horas, dependiendo del contacto y de la zona del cuerpo en la que este haya tenido lugar. Una mordedura en un pie hará que la víctima agonice durante todo un día. Una vez pasadas doce horas el sujeto ya no podrá andar y su fiebre habrá alcanzado los 43 grados. Horas después entrará en coma, luego morirá, y posteriormente se levantará como una bomba biológica ambulante. Una mordedura en la cara o en el cuello puede llevar al pobre desgraciado al coma en menos de una hora.

El virus no afecta a los cadáveres, pero sí a quien muere por causa de las heridas con posterioridad a la entrada del virus en el sistema, siempre que haya sobrevivido un tiempo mínimo de diez minutos, que es el tiempo medio que se calcula que tarda el virus en recorrer el sistema nervioso hasta parasitarlo por completo, dando lugar a un sistema nervioso completamente diferente al que poseía y que termina por devorar el anterior. Este sistema nervioso, parcialmente atrofiado, es el que va a dominar al zombie desde ese preciso instante.

Experimentos realizados en China a mediados de los noventa llevaron a intentar introducir el virus en cadáveres humanos frescos. En ninguno de los casos se logró nada. Los expertos sugirieron que, probablemente, el virus necesite llegar a un sistema vivo para poder aprender a propulsarse a través de su aparato circulatorio. Esta teoría fue confirmada por científicos americanos a en 1999. Es imposible devolver a la vida a los muertos, tan imposible como contagiarlos de lepra o de VIH.

Por lo menos ahora ya sabéis qué es lo que crea a los zombies. No hay magia negra, no hay puertas del infierno, y tampoco una nube tóxica que zombifique a las personas. Es un virus. Y no tiene cura.

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